Valéncia hui, diario de la Comunidad Valenciana,
publica el martes 27-05-08 el artículo de Francisco Ponce,
LA CURIOSIDAD, bajo la cabecera ‘El Ventanuco’ del escritor.
Un jubilado entrado en años, se cansó de mirar las obras públicas desde la valla, junto a otros ociosos al tiempo que ponían ‘verdes’ a los trabajadores, y se dedicó a pasearse de farmacia en farmacia por toda la capital y periferia, para observar cómo tomaban la tensión a los clientes.
Se había aficionado casi por casualidad, un día que bajó a comprar aspirinas y se encontró con un vecino que tenía el brazo dentro de un aparato medidor de presión arterial de esos electrónicos, con sus danzarines e hipnóticos números.
Con disimulo tomaba notas en una diminuta libreta y pudo, al cabo de unos cuantos meses, observar que el número de hipertensos en su ciudad era casi alarmante, cosa que no dejaba de comentar a familia, amigos y especialmente, a los desconocidos con los que se tropezaba en las mismas farmacias. «Ya ve, este chico tiene la máxima en quince coma siete, a pesar de lo joven que todavía es».
El único inconveniente que tenía aquella práctica, un tanto maquiavélica, que le distraía y divertía era que cuando el farmacéutico le preguntaba qué deseaba, no podía limitarse a contestar que sólo estaba mirando, como si se paseara por una librería o una tienda de ropa, así que acabó dejándose una fortuna en preservativos que era lo único que compraba, en un presuntuoso intento, por dejar en buen lugar su virilidad.
Satisfecha su curiosidad, abandonó esta peculiar tendencia, y hoy su mayor preocupación consiste en que hacer con tantas cajas de profilácticos.
Acudamos a la cita del novelista Enrique Larreta: “Es verdad que cuando se pasan los setenta años, son muy pocas las cosas que nos parecen disparates”.