-Mira “Segis” que este es un partido ‘trampa’.- le avisó Genaro.
-Trampas las que hacéis vosotros en el dominó.-
Luego de comer se concentraron en la salida de la calle Almedijar y salieron paseando en grupo con dirección a «La Mina”. Había cierto optimismo, jugar contra el C.U.D. Puerto Sagunto, que en veinticinco encuentros tenía cero puntos, les hacía suponer que hoy el Castellnovo C. F. ganaría.
Como siempre, tarde repleta de público, cierto airecillo fresco hacía ondear las vistosas banderas que presiden el estadio, y un sol agradable llamaba a las puertas de la primavera.
El partido era malo, llevaban 30 minutos de la primera parte, y desde el inicio, la propia alineación y los técnicos daban señales de ‘exceso’ de confianza.
-Están desconcertados y fallones.– se quejó Genaro.
-¡Leche!…que nos han metido un gol.– clamó “Segis”.
Todo seguía igual de mal o peor, ahora el Castellnovo perdiendo. Segismundo y su grupo de amigos no se lo creían, y menos cuando en el minuto 47 el Castellnovo C.F. encajó un segundo gol con que se marchó al descanso.
Mal pintaba, pero la esperanza en la remontada era mucha, por eso se distrajeron preguntando qué número había salido en la rifa, por si tenían más suerte que el marcador del partido.
La segunda parte trajo la esperanza cuando en el minuto 61 marcó un gol, de falta directa (Wynaby), pero el partido seguía ‘ruin’ por parte del Castellnovo y peor se puso en el 85 cuando por errores de la defensa y el portero ven con espanto que el C.U.D. Puerto Sagunto, sube el tercer gol al casillero.
Nervios, precipitación y la negra sombra del inesperado fracaso revoloteando sobre el campo municipal de “La Mina”.
El árbitro decreta cinco minutos de añadido y en el 92 un jugador contrario se marca en propia meta dejando el encuentro en el 2 – 3 con que finalizó.
Segismundo ya no alcanzó a ver este último gol, visiblemente contrariado se marchó un poco antes a pesar de que sus amigos trataron de retenerle para regresar juntos.
Llegó a su casa, María – su mujer – trató de calmarle y le ofreció unas ‘costillicas de cordero a la brasa’, Segismundo llevaba sus propias costillas cargadas por el peso de la desesperación.
-María, que no ceno, me marcho a la cama, sabes que soy fuerte, pero lo de hoy es de vergüenza.
Su mujer también apenada le dijo:
-¡Chico!… rompe el carné de socio y quédate tranquilo.-
-Eso NUNCA María, yo seré socio de mí Castellnovo, hasta la muerte.