En las dos ultimas décadas ha proliferado la inquietud de recrear el Medievo en muchos de los pueblos de la Comunidad Valenciana. Castellnovo se suma a esta tendencia. Cada año en el mes de julio, desde hace aproximadamente nueve, acude a las angostas calles que circundan el Castillo, una representación de la época Medieval, con entretenimientos y ambientación que recuerdan la época.
Este evento que pretende el efecto ‘llamada’ al turismo de la zona, intenta asimismo introducir inquietud cultural entre las gentes del pueblo y dispone del atractivo añadido de un entorno natural idóneo. Probablemente las calles y portales en donde se instala, pertenecieron en tiempos pretéritos, a los trabajadores de diferentes oficios, que servían a los nobles habitantes de la fortaleza.
Artesanos de la piedra tallada, esforzados herreros, bajo la lobreguez de un sombrero, nos descubre a dos guapas ‘herreras’ que nos obsequian con su atractivo encanto.
Los muros del Castillo, sirven de sombra a trovadores y músicos para cobijarse del calor de julio, mientras no cesan de interpretar melodías evocadoras.
La cetrería esta representada en un aposento de lona colorista con dorados remates repleta de halcones, águilas y otras aves, un noble provisto con un guante de cuero exhibe a estos animales y enciende fantasías.
Muchos de nosotros sentimos un acercamiento e interés por la época Medieval que imaginamos con princesas e hidalgos, héroes y villanos, señores feudales y pícaros vividores de la argucia y el ingenio. Personajes que perviven con frecuencia en nuestro interior.
Como curiosidad, avalada por la inquietud de la mente y de los sueños que tiene la virtud de acercarnos a imágenes y entornos pasados, me encontré con un puesto de venta que regenta Mayka ofreciendo el libro de L. Ronald Hubbard, titulado ‘Dianetica’ que trata de introducirse en el poder de la mente buscando respuestas a preguntas como “¿Es posible aumentar la inteligencia?”.
La calle de la Costera, cuyos bonitos balcones se miran en proximidad, tanto, que casi te das la mano con el vecino de enfrente, engalanada, contribuye al escenario adecuado.
Cuando la tarde se desploma y se despereza del duermevela tras las persianas bajadas, las personas acuden a llenar el estomago y saborear los dulces, en puestos como el de “Chocolates Comes”.
Mientras, en las inmediaciones de la plaza del Olmo sigue el sonido del tambor y la donçaina.