Una nutrida representación de las fantásticas esculturas del maestro Ripollés, expuestas al aire libre y al alcance de los ciudadanos, han llenado de color los aledaños de la “Ciudad de las Artes y las Ciencias” de Valencia.
Pasear junto a estos monumentos y sentir la cercanía de cada uno de ellos, es un deleite para quienes admiramos al artista valenciano.
La personalidad peculiar de Ripollés no pasa inadvertida, al igual que su obra, teniendo admiradores muy fieles que siguen su extensa trayectoria y le reverencian, seguros de que están ante un genio de este siglo.
Como no podía ser de otra manera, también cuenta con detractores acérrimos, lo que a mí juicio le engrandece, pues solo los genios son capaces de aglutinar pasiones tan encontradas en rededor de su obra y persona.
En las múltiples facetas artísticas de Ripollés se han fijado numerosos críticos de arte y analistas como Cesáreo Rodríguez, Vicente Aguilera Cerni, el francés Gerar Xuriguera o el italiano Boris Brollo, entre otros, y todos coinciden en describir al maestro, como un genio capaz de cultivar diferentes disciplinas plásticas y artísticas, consiguiendo sorprender con su inconfundible destreza.
Juan García Ripollés en estado puro: “El más bello recuerdo de mi niñez-adolescencia, es el conocimiento y amor profundo a la naturaleza, a los árboles, a los animales, a la soledad con ellos, a la luz y al color”.
Fotografías de: José Luis Vila Castañer