Había un niño que le gustaba mucho jugar al fútbol y siempre que lo hacía le daba al balón con potencia en dirección a la portería, al tiempo que gritaba palabrotas. El balón al escucharlas daba un giro rápido tomando otra dirección y se salía por un lado o por arriba, pues no le gustaba la actitud del chico… así una y otra vez.
El muchacho un día se enfadó y dándole al balón, una patada muy fuerte, lo maldijo, enviándolo tan lejos que lo “encalo” entre las ramas de un árbol muy alto, mientras seguía profiriendo insultos.
Acertó a pasa por allí una paloma de blanco plumaje y vio al balón llorando, entonces le pregunto.
– Que te ocurre ¿Por qué lloras?
El balón le contó lo mal educado que era su dueño y que no quería bajar de allí nunca.
El ave voló hasta donde estaba el niño, que continuaba soltando groserías, y le recrimino su mala urbanidad, luego le persuadió de que esa forma de actuar no era positiva y que si le prometía que no diría nunca mas esas barbaridades, subiría para convencer al balón, e intentar que bajara.
El joven se arrepintió y le aseguro que rectificaría.
De nuevo la paloma voló a lo alto del árbol y se lo comunicó al balón, quien accedió; la paloma lo fue empujando hasta que cayó en las manos del jovencito.
Desde entonces el balón entraba recto a la portería y el jugador marcaba muchos goles, que lo hicieron muy famoso como futbolista.
Si somos capaces de tener respeto hacia los demás, no blasfemamos ni nos mostramos maleducados, se pueden conseguir muchas cosas en la vida.
Según Pitágoras: Educar a los niños y no será necesario castigar a los hombres.
Ilustraciones: El autor.