De doradas hojas que en otoño resplandecen bajo los rayos del sol y en verano verdean, verdes, dando regalada sombra.
El paraje de la ermita de la Virgen del Molino esta desmayado, detenido, solo. Despojados de vestimenta los árboles apuntan sus ramas desnudas al cielo, pidiendo clemencia para que cesen los fríos, nieves y escarchas y sobre todo que se silencie el viento que feroz azota el valle con insistencia.
Sólo los muy imaginativos amparados en el poderoso valor espiritual que la zona representa y al cobijo de un buen abrigo, podríamos alcanzar a ver belleza en tan desabrido paisaje.
Santa Eulalia del Campo, aguanta estoica los fríos inviernos, se aletarga y espera… La primavera que de nuevo la vestirá con coloreadas tonalidades surgiendo pujante y fértil la belleza de esta tierra, luego las hojas en verano verdean, verdes, dando regalada sombra, y de nuevo el ciclo se hará cierto y aparecerán las doradas hojas, que en otoño resplandecen, bajo los rayos del sol.