La habitación huele a madera rancia, una puerta vieja franquea la salida al balcón que apunta a una calle estrecha y húmeda. Cada amanecer, por la abertura que hay en la parte superior, se filtra un haz de luz que me invita a escapar e iniciar la diaria aventura de vivir. Inválida en la cama, dejo volar el alma para que ella viva por mí.
Ilustración: del autor.