Afortunadamente mi admirado amigo Alberto esta en activo y tiene bastante con dirigir su industria ya que de lo contrario invadiría la gloria de la literatura impidiéndonos a otros como yo, ni siquiera rozarla. Lean y disfruten de una de sus últimas experiencias:
Estimado Paco:
Acabé. El camino, se entiende.
O más bien, el camino acabó conmigo…?
Hemos pasado frío, hambre, lluvia, granizo, un ataque de dos vacas lecheras, el barro y el calor. El cansancio, el dolor de pies, de huesos, de tendones y de músculos que yo desconocía poseer, hasta ahora. Y duelen mucho.
Y nos hemos reído. Y hemos comido como obispos. Y nos hemos cobijado al calor de un café con leche calentito. Y hemos jugado a las cartas… Y dormimos como aquel que lleva más peso del que puede durante más horas de las que debe, y finalmente logra el albergue merecido.
El paisaje es salvaje. Verde, fresco, limpio, casi virgen. El barro llega a formar parte de los pies, incluso sin molestar.
Finalmente llegamos a Santiago el Domingo, después de comer, y nos íbamos encontrando a los peregrinos que se nos habían cruzado por el camino innumerables veces durante seis días. Peregrinos que nos saludaban al estilo de «… hombre… los valencianos… bienvenidos!!!».
He conocido gente de todas partes del mundo. De Valencia, de Japón, de Madrid, franceses, alemanes, austriacos y de Australia. Gente de todas las edades y sexos. Cada uno con un motivo, con una historia que contar. Amables, solidarios como corresponde a los que bogamos o remamos en la misma dirección sin que nadie aparentemente nos haya puesto de acuerdo, porque sabemos que debemos llegar por convencimiento (personal e intransferible, que es el mejor y más sólido de los motivos). Con el respeto mutuo que sólo se encuentra en la complicidad de un destino común (raro de encontrar hoy día).
La verdad es que no quería llegar a Santiago. Se me hizo corto.
Pero lo volveré a hacer.
Y lo mejor del viaje ha sido poder tener el privilegio de haberlo hecho con mi hijo Julio. Ya te contaré cómo le ha sentado el camino, lo que nos ha unido, lo bien que ha respondido, lo mucho que me ha ayudado y lo que hemos estrechado nuestra relación (impensable a priori para mí). Un éxito.
Yo he hecho el camino, y lo he acabado yo a él.
Un saludo:
Alberto Morera Lleó
Fabulosa su breve crónica del viaje que a buen seguro está preñado de muchas más anécdotas y aventuras. Su relato finaliza con una empírica asociación respecto al vínculo, padre e hijo, siempre necesaria, siempre gratificante.