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No es aconsejable ser menos reflexivo ante las tentadoras ofertas. En estos momentos, la falta de recursos económicos generalizada limita esta inclinación a quienes no están excesivamente afectados por el síndrome compulsivo.
Una gran mayoría se ha percatado de que el uso de las tarjetas de crédito no es baladí y, siendo cierto que resulta facilón ponerla en el ‘aparatito’ a la hora de pagar, luego los establecimientos tienen la pérfida costumbre de cobrártelo… y eso duele.
Se aconseja por tanto el consumo responsable, pero también una publicidad equilibrada. Salir de compras en momentos de depresión o de euforia puede llevarnos a ambos estados sin apenas pretenderlo.