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“Se vende” y “Se alquila”. Las complementa el desolador panorama que muestra la ciudad de Valencia, con mayor acento en sus barrios.
Es un goteo incesante de pequeños negocios o no tan pequeños, que languidecen hasta desaparecer. Apena que en zonas donde había vida de comercio y animación de transeúntes aparezcan actualmente inundadas por estos carteles en sus bajos. Aflora el abatimiento y se aleja el bullicio.
El dinero no circula, las familias carecen de él. Lo cierto es que cada día somos más pobres, la economía está fundida por más que nos quieran vender la burra, la jubilación forzosa muerde a empleados y autónomos que resistieron hasta perder sus ahorros, pero que al final tiene que colgar alguno de estos fatídicos carteles. Nos hundimos en el interminable marasmo del paro.