Un buen amigo de nombre Mariano, durante una conversación relajada delante de una excelente y humeante taza de café, bien cargado, como te sirven en el ‘El Dorado’, lugar de amena tertulia, me comentaba no hace mucho.
– Antes en mi casa, la lucha con mis hijos se planteaba por el televisor, lo primero consistía en conseguir que me dejaran posicionarme en el sillón junto a ellos, una vez logrado venía lo difícil, que me permitieran ver el programa de mis preferencia.
– Ahora –continúa– son otros tiempos y mi pelea, es poder conseguir que me dejen el ordenador … al menos de vez en cuando.
Todo es diferente, pero nada cambia. ¿Digo yo?