Como buen profesional y ‘brujo’, se mezcla con el público, previo a su actuación, quizás con la ‘malévola’ intención de elegir a sus ‘víctimas’ para el inmediato espectáculo de magia que esta por comenzar.
Las luminarias se mitigan y en la sombra aparece el mago Muricio Dollenz, dispuesto a que su público – que es mucho – pase un rato de diversión y amena empatía.
Su cercanía con los asistentes es notoria y bien armonizada, correcta y espectacular ya que puede hurtar unos pendientes o el reloj sin que se de cuenta el afectado –realmente inaudito- puedo dar fe de ello… y tienes que mostrarle franca, una sonrisa, cuando te lo restituye, pues es prodigiosa la limpieza con que lo hace.
Entre su público, de todas las edades, cuenta especialmente con la admiración de los más jóvenes cuando realiza los juegos malabares, lo que lanza -naranjas en este caso – parecen adheridas por hilos invisibles que le obedecen cual títeres sumisos.
La parte final, con oscuro en escena, es sencillamente primorosa, se trata de un juego de cartas, cada una que descubre sobre la mesa es acompañada de un trova alegórica a la propia vida y la relación entre los seres humanos. Belleza y poesía, sería mi resumen.
Mauricio Dollenz nacido en Argentina, junto a Paco Calonge, forman un dúo – cada cual en su faceta – que sabe envolver en fino y rojo terciopelo, las noches románticas de un crucero por el mediterráneo, mágicas, musicales y llenas de humor. ¡Felicidades!