Francisco Ponce Carrasco

El Ateneo Blasco Ibáñez apuesta por la tradición del “Tenorio”

Se levantó el telón con expectación, se bajó con aplausos del éxito.

Este sábado día 23 de noviembre 2013, la importante asociación “Cultural y Literaria” de Valencia, Ateneo Blasco Ibáñez, rindió justo homenaje a Don Juan Tenorio de Zorrilla, y como cada noviembre nos mostró el carisma de la obra teatral, que penetra en el mundo de los muertos para arrepentimiento de los vivos.

Se trata de un típico drama histórico al uso de la época, tal y como lo instituyó el Romanticismo Español, la función está dividida en dos partes de cuatro y tres actos, respectivamente, y en la versificación utiliza principalmente redondillas, quintillas y décimas.

Vemos una clara diferenciación entre los dos primeros actos y el último. Zorrilla va escalonando escenas que muestran el perfil irrespetuoso y execrable del personaje, suceden reyertas, seducciones, jactancias de la vida, injurias al Comendador y a su propio padre, rapto de una novicia, muerte del Comendador, para adentrarse en la segunda parte a otra historia, pasados unos años, en que su falta de arrepentimiento le lleva a injuriar a los muertos y a organizar el convite ante la estatua del Comendador. La efigie y el cadáver se funden en un solo personaje que tratará de arrastrar a Don Juan a la condenación eterna.

Pudimos apreciar un magnífico reparto compuesto por: D. Juan Tenorio: Celestino Álvarez-Cienfuegos. Dña. Inés: Isabel Oliver. D. Luis Mejía: Juan Montesinos. D. Gonzalo: Juan Mompó. D. Diego: Juan José Carrera. Capitán Centellas: Manuel Vélez. Avellaneda: Carmen María Brotons. Ciutti: Fernando Hidalgo. Buttarelli: Ramón Folgado. Dña. Ana de Pantoja: María Dolores Hernández. Brígida: Amparo Carbonell. Lucía: Mari Carmen Lapiedra. Abadesa: Carmen Carrasco. Hermana tornera: Encarna Haro. Escultor: Rafael Roda.

El salón de actos repleto de público, entregó máxima atención a la pieza teatral que se anunciaba ‘como lectura dramatizada’, sin embargo en los principales personajes descubrimos con gran satisfacción que los actores – no profesionales – tenían aprendido su papel de memoria, lo que dio un ritmo más fluido a la obra.

Bajo la dirección escénica de Isabel Oliver y Celestino Álvarez-Cienfuegos, llevaron a buen puerto la representación, que con un modesto ‘attrezzo’, demostró que el talento no precisa de grandes escenarios ni majestuosos decorados necesariamente, y que desde la condición de amateur y el sentido de la humildad, se pueden realizar magistralmente obras de teatro, que atraigan público y que este se lo pase genial.

Un “bravo” por todos los actuantes y que sigan con la tradición, cada año, para continuar escuchando “Doña Inés del alma mía, / Luz de donde el sol la toma, / hermosísima paloma / privada de libertad…” y aumentando la longevidad y el ‘aguante’ de nuestro Don Juan Tenorio, tras 169 años de su existencia, puesto que el estreno aconteció en el 1844. ¡Felicidades!