Tiempo atrás me preguntaba, sin saber a ciencia cierta el motivo. ¿Qué es un músico?
Un ser ‘tocado’ por una caricia sobrenatural, si ungido con un bálsamo capaz de potenciar su sensibilidad, si un artista genético, si un utópico o soñador… Hasta que, poco a poco, a medida que iba conociendo a los más famosos, en sus rarezas, quejas y corduras, en sus demandas y visiones, en sus risas ocultas, llegué a la siguiente conclusión: un músico es un tipo normal, sólo que él no lo sabe.
Aunque también dándole la vuelta al calcetín, se da otra variante: la de aquel tipo normal que no sabe que es un buen músico.
Muchos instrumentos producen ‘ruido’ y otros muchos ‘melodía’, en el segundo caso siempre hay detrás un artista que interpreta una composición ajena o propia y nos está regalando el sublime arte de la música, consiguiendo que nuestra ‘pelusilla’ se ponga como ‘escarpias’.
Cuando esa melodía alojada en nuestro más recóndito interior, surge y se rememora dentro del alma, aportándonos momentos especiales, lugares añorados o vivencias festivas, entonces vuelan los duendes del recuerdo a lomos de sutil brisa, mecidos por las notas del pentagrama, con embeleso incorporado.
Que suene la música, que se anime la fiesta y todos juntos aplaudiendo gritemos: ¡Música maestro!