Suena y resuena…el sonsonete de números y premios, pausa, ahora el traquetear de las ‘bolitas’ dentro del bombo que está dando vueltas y más vueltas, otra vez la testaruda tonadilla. Frente al televisor, con cara de expectante iluso, trato de perseguir y memorizar los premios que aparecen en la pantalla que compruebo con una lista de números que copié de los décimos y participaciones que juego.
Es media mañana y todavía no se ha producido la soñada revelación de la ‘bolita’ con el gordo de Navidad, que en algún lugar hará saltar de sus asientos o puestos de trabajo << ahora con los móviles las noticias vuelan>> y la alegría traerá una euforia desatada proporcional al tipo de premio y cantidad que se juegue.
De pronto cantan un número que no pude escuchar bien, la mano del niño tapa el alambre, su voz se quiebra y con sonora entonación anuncia que es el ‘Gordo de Navidad’…tiemblo, afino el oído, espero, se que cualquiera que sea su última cifra la tengo, puesto que juego de todas las terminaciones, ¿ y si fuese el mío?… lo repiten, sale ampliado y nítido en la pantalla, miro con avidez y me siento, ya ven a algunos los levantara de su butaca, a mi me aplasta de nuevo en ella, ¡nada!
Entorno los ojos, recapacito y me digo: “Caprichosa fortuna, esquiva divinidad que te presentas de frente o das la espalda, no te dejas alcanzar por quien te persigue y sin embargo, en muchas ocasiones te echa en brazos del primero que pasa”.
¡Qué alegría dan los reintegros!