Lo primero que me encontré fue un círculo que invitaba a descender al piso, un lugar que de siempre iguala a las personas. Almohadillas coloristas indicaban que íbamos a tener que ‘arrastrarnos’, de forma voluntaria, esta vez no serían los ‘malvados’ quienes me tiraran por ‘los suelos’.
Escenario para el taller de autoestima
La dictante, Inés Martínez, amable y muy capacitada, nos dio claro ejemplo y tomó asiento la primera, con lo que tuve claro que tenía que doblar el espinazo.
Francisco Ponce junto a dos compañeros
Para mi era divertido, me traía recuerdos y sobre todo me acercaba al resto de asistentes. En círculo nos mirábamos y aparecían las primeras sonrisas. Esto caminaba por senderos gratos. La tarde prometía.
Formando circulo
De esta guisa realizamos varios e interesantes ejercicios que la educadora nos indicaba, el interés y la interacción, por separado o en grupos – que también nos colocaban – animaba la autoestima, todos hacíamos ‘algo’ que quizás pensamos no podíamos realizar.
Taller de autoestima
Uno de los momentos más interesantes estuvo en la puesta en escena, por los participantes, de unos cuadros que reflejaran actitudes o circunstancias de la vida, en las que no estuviéramos de acuerdo, salieron, como no podía ser de otra manera, muchas imágenes de violencia de todo tipo.
Cuadro sobre violencia
La escena que se representaba permanecía silenciosa y estática, mientras el resto de asistentes ofrecía su particular interpretación de forma libre y argumentada. Muy interesante y aleccionador.
Grupo de alumnos y profesora
Otro de los aspectos a valorar es la posibilidad que estos encuentros te ofrecen de hacer amigos e intercambias ideas. Se sale reforzado y sobre todo consigues unas horas de lúdico esparcimiento que a buen seguro quedaran en el recuero y quien sabe si también, para la propia superación personal de los asistentes, que como verán fueron muchos.
(Fotografías ‘vampirizadas’ de la Web de Cerai)