Entre los muchos carnavales que en el mundo se celebran, dos tienen ganada y reconocida fama, el de Venecia (Italia) y el de Río de Janeiro (Brasil), coincidentes en las fechas y en su significado, poco más. Con muchos kilómetros de distancia uno del otro y con clima totalmente opuesto, su envite ambiental es diferente.
VENECIA
Es un carnaval elegante con vestidos muy sofisticados y lujosos en ornamentos, sus telas son de calidad y abrigadas pues el clima en estas fechas suele ser frío. Te acogen con ciertas limitaciones, si no te conocen, y se celebra muy en círculos y lugares cerrados, las calles de Venecia se llenan de color, pero por su angostura y clima no se percibe sensación de muchedumbre, más bien son grupos de reducido número de personas.
La plaza de San Marcos agrupa las mayores concentraciones de gente y turismo. Recuerdo pasar por los canales en una ‘embarcación-bus’ que se llena de gente, gustosamente ataviada, y si te quedas en la parte exterior de la embarcación te congelas, sin embargo respiras fiesta y puedes ver la práctica totalidad de edificios con infinidad de pequeñas antorchas encendidas que al anochecer ponen enigma y glamour.
Recuerdo de mi estancia en la que sin demasiado ánimo de disfrazarme al menos al completo, como aquí se acostumbra, decido comprarme una máscara de grueso espesor elaborada con papel maché (pasta de papel con engrudo) para atenuar el viento gélido que ese día soplaba y me diera protección y calor al rostro, para el resto del cuerpo unas cuantos ‘colpi di grappa’, la música y la fiesta se encargaron por último de atemperar.
RÍO DE JANEIRO
Diametralmente opuesto se celebra en espacios abiertos y con alto calor climático (próximo a 40 grados). Se trata de una fiesta más colectiva, agrupada por las Escuelas de Samba. La facilidad para conectar con el pueblo es bastante accesible y te acogen con entusiasmó y libertad – cada cual marcha a su aire – la fiesta reside en lo espontáneo.
El Carnaval en Río comienza, cuando el alcalde le entrega las llaves de la ciudad al Rey Momo, el Señor del Desgobierno. Un componente esencial es cantar y bailar Samba o al menos intentarlo, también puede servir la Batucada o la Bossa Nova, sin este tipo de ritmo tan ‘carioca’, el carnaval de Río, como que no sería.
Los vestidos son más bien desvestidos – suelen tapar poco – en general salvo los grandes, aparatosos y coloristas trajes, repletos de gasas vaporosas y largas plumas de aves, por contra las caretas no se suelen utilizar, en cambio los ungüentos a base de pinturas de colores vivos o con sensación de purpurina dorada o plateada te cubren y hacen las veces de ligera máscara.
Las fantasías de las carrozas, que cada año aumentan en grandiosidad, ponen una imaginación y rivalidad increíble al desfile por el Sambodromo.
Río, ríe y uno se siente libre de hacer ‘monadas’ que en otros momentos o lugares te reprimirías, casi todo vale y posiblemente lo mejor es que pasarás desapercibido.
“¡Brasil Carnaval melhores do mundo!”… quien lo discute si te espera una linda ‘garota’ en la playa de Ipanema con una copa de ‘caipiriha’ bien… pero que bien fría.
Tiempos… en que disfrute de los dos… ahora los recuerdo con cariño y nostalgia, para ambos ‘dos’.