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Lo cierto es que esta noche pasada, bajo el cielo de nuestra capital, se encendieron cerca de 800 luminarias, que en lenguas de fuego se elevaron hacia el plafón del cielo que presidía, exultante, una espléndida luna llena que nos regala el ciclo lunar.
En la madrugada, mientras el sueño de muchos transita por las aceras, un ejército de chalecos fluorescentes del personal encargado de limpieza saca las cenizas todavía humeantes de las plazas, junto a los numerosos residuos de la muchedumbre incívica, esparcidos por calles y jardines.
En unas horas, Valencia volverá a poderse recorrer con fluidez, y solo colgando, como gusanos ensortijados carentes de luz y color, quedarán durante un tiempo parte de las guirnaldas de iluminación. Valencia abre de nuevo un ciclo fallero.