Todavía con el dulce sabor en el paladar, tras la ingesta de estos deliciosos dulces de mazapán, trasformados en pequeñas y esculturales figuras de frutas, alguna incluso con un ligero gustillo a lo que representa, o la ‘piuleta y el ‘tronaor’, me viene a la memoria tiempos pretéritos donde acompañado de mi padre, cada año por ‘Sant Donis’, hacíamos turno en esta pastelería – confitería, para comprar los tradicionales dulces.
“La Rosa de Jericó” tiene el ‘dulce’ sabor de la tradición y lo artesanal, fue fundada en 1820. Tras dos céntricas ubicaciones – en el tiempo – fue en 1983 cuando se apertura el local actual sito en la calle de Hernán Cortés nº 12 de Valencia.
Hoy día las colas son las mismas y su calidad también, el hecho de hacer turno en día tan valenciano y festivo, tiene el aliciente de hacer amigos, quizá por unos minutos o quién sabe… lo cierto es que comentas la efeméride y lo excelente de lo que vas a llevarte de este lugar.
La exposición te reta, e igualmente se convierte en objeto de comentario, te fijas en cada detalle una obra de orfebrería hecha de dulce golosina con arte y mucho amor, reparas en que se ha llevado el primer premio de escaparates convocado para este evento por “Gremio de Maestros Confiteros de Valencia y Provincia” y puedes admirar cada año un monumento de la ciudad de Valencia con delicados detalles que ciertamente reflejan con autenticidad.
En este 2012 el equipo de la pastelería – confitería “La Rosa de Jericó”, con el maestro pastelero Carlos Jericó Montoro a la cabeza y asesorado, en esta oportunidad, con la amplia experiencia en todo lo ‘Valenciano’ por el indumentarista Enrique Marzal – quien prestó una gama de escogidas telas-, han realizado el edificio del Colegio del Arte Mayor de la Seda, que fue instalado sobre una casona del siglo XV donde se estableció en 1492 el gremio de sederos, un oficio entonces en auge, gracias sobre todo a la inmigración de artesanos genoveses que trajeron a Valencia sus novedades.
En la imagen podemos ver la fachada confeccionada en mazapán como motivo central y rodeada de otros elementos relativos a la efemérides de ‘San Donís’. El edificio consta en su parte exterior con una puerta barroca y piedra trabajada, decorada en la parte superior por el capelo cardenalicio de San Jerónimo –patrón del colegio– en relieve. Este cuerpo enlaza, a la altura del piso principal, con un frontón curvo con el altorrelieve de dicho santo. A cada lado hay balcones de hierro forjado.
Una vez superas la espera, en el interior la cordialidad y complicidad entre los muchos clientes y la familia propietaria, así como sus dependientes se hace palpable, un halo de magnetismo azucarado te envuelve con aromas de caramelo.
Esta pastelería-confitería, es un referente y una tentación especialmente en fechas señaladas, donde intervienen los dulces, creo que incluso para los que vamos sobrados de ‘azúcar’ que también ‘picamos’… con moderación claro.