Quien con el índice de la mano apunta y acusa, quizá no han reparado que al hacerlo, debajo de su dedo tienen otros tres que a él le señalan.
Hagamos el gesto y advertiremos, con espanto, que mientras señalamos con el dedo índice y levantamos el pulgar a modo de percutor, aparece el dedo corazón, anular y meñique que a nosotros nos remiten la acusación.
Esto es una simple observación pero cuanta verdad puede encerrar. Somos proclives a señalar culpables y no reparamos en nuestras propias acciones.
Pensemos que la mano en actitud acusadora puede revertirse y abrirse para estrechar otras que unidas formaran una cadena solidaria y libre, ayudando así a conseguir mucha más comprensión en la convivencia.