En Valencia a los pies del ‘Micalet’ todos los años desde el día de la Virgen de los Desamparados hasta el Corpus, aparecen populares, laboriosas y cromáticas las paradas de la ‘escuraeta’, con todo tipo de cerámica destinada mayormente al uso y decoración de la cocina: Cazuelas, pucheros, platos, tazas, botijos… que alegran la vista y cumplen con la tradición más antigua.
Es costumbre por estas fechas proveerse de recipientes que luego han de servir para preparar con exquisitez, el ‘arròs amb fesols i naps’ ‘arròs al forn’, ‘arròs amb bledes’ y otros guisos con aromas y sabor típico de esta tierra.
También amontonadas, tentadoras, y fieles a los más antiguos hábitos encontramos las pequeñas campanas de roja madera y blanca arcilla con badajo de igual material atado con una diminuta cuerda. Imagino el gozo de mi abuela cuando nos la compraba, por que debe ser el mismo que hoy día siento yo, cuando me las llevo para mis nietos.
No suelen durar mucho, ya se sabe los niños la hacen sonar y sonar con cierta insistencia hasta que se les escapa de la mano y acaba contra el suelo, ¡Clac! Se rompió la campana, el ‘tilín’ ‘tilín’…constante, por unos minutos se cambia por el llanto del pequeño, y hasta el próximo año.
Realmente en eso consisten las tradiciones, hacer cada año lo mismo que siempre se ha venido haciendo para luego legarlo al relevo de generaciones, poniendo siempre el alma y el corazón en el recuerdo de tiempos pasados y toda la energía para el futuro.
Jacques Anatole Thibault, escritor francés dijo: “No perdamos nada de nuestras tradiciones. Sólo con el pasado se forma el porvenir”. ¿Porque no hacerle caso?