Heredado de una hermana de mi madre que lo disfrutó sobre el año 1920, con alguna pieza repuesta en los años 1950, aparece en mi recuerdo y en mi armario, un entrañable, modesto y antiguo Belén de Navidad. Lo conservo con mucho cariño a pesar de su precario aspecto, son piezas hechas de forma artesanal en barro que vetustas me evocan tiempos pretéritos.
Recuerdo con la ilusión de un crío inquieto cuando mis mayores ponían el Belén y me gritaban: ¡Estate quieto! si yo trataba de exigir mi protagonismo – se supone que el Belén lo ponían para mi – y colocaba una gallina en la cuna del Niño Jesús o cualquier otra ocurrencia parecida.
Con corteza de corcho las montañas, con papel azul el cielo y el río, con papel de plata. En una esquina la escena de la Virgen y San José buscando posada, era el preludio a la escenificación del Belén.
Una vieja caja de zapatos cortada y pintada hacia de portal donde cobijar el nacimiento, un poco de paja en el suelo y a colocar el pesebre.
Los pastores con regalos acuden a ofrecer al Niño Jesús sus presentes o simplemente a adorarle.
Los Reyes Magos de Oriente por un camino en la parte más superior, cabalgan hacia el nacimiento, portando oro, incienso y mirra, su sombra les hace compañía al reflejase en la blanca nieve.
La Virgen con el Niño Jesús en brazos, montada sobre una mula, representa la huida y marcha entre peñascos.
María la Virgen acude con su hijo Jesús – ya crecido – a por agua a la fuente.
No podía faltar la piara de cerdos o las aves de corral que junto a los rebaños de corderos se distribuían por doquier.
Y para finalizar, con harina espolvoreábamos el paisaje dando sensación de nevado, mucha nieve, mucha harina.
Hoy continúo la tradición y coloco el Belén, me gusta la gente que lo pone y admiro los nacimientos monumentales, con grandes figura perfectamente modeladas, con luces que parpadean, escenas con movimiento y estrellas que se zarandean en el cielo… no debemos dejar que se olvide esta práctica tan nuestra.
Como observarán mi Belén es muy sencillo, de figuras desportilladas, pero es el que compraron y pusieron mis padres, el que me regaló la tía Amparo, el que acariciaron con sus dedos mis mayores… huele a familia.