Con luz temprana, en mañana de domingo, salí de la posada camino de la Casa-Atelier, admiré y escuché, cantarines, los tres chorros del ‘Pilar’, percibí en mi rostro el aire limpio que en Lietor te acaricia y me dispuse al disfrute de un lugar con encanto ‘El estudio de la pintora Paquita Sabrafén’.
En una casona de más de 300 años, magníficamente restaurada, conservando con buen gusto todo el encanto de su interior, nos reciben varias salas repletas de obras de arte realizadas por la artista, cada rincón tiene su decoración adecuada y se percibe sosiego.
Antes de alcanzar la parte alta de la vivienda, en un rincón del patio al que asoman balcones de madera, se hallan agrupados algunos utensilios que se usaron de modelo, pinceles, flores y un cuadro.
El la parte opuesta se encuentran murales – óleos – de personajes, ricamente ataviados, con traje de época que contemplados desde la proximidad producen admiración en el detalle y temple de la pincelada.
Subiendo por la blanca escalera interior que nos conduce al estudio, cuelgan algunos de sus cuadros realizados en amplio tamaño, como le gustan a Paquita.
Uno queda absorto cuando alcanza el lugar abuhardillado en donde trabajó la artista, repleto con parte de su fecunda obra pictórica, acompañan caballetes, tubos de pintura, pinceles… que le confiere intimidad y paz, aquella de la que disfrutó Sabrafén para, escuchando música – otra de sus pasiones –, conseguir la inspiración.
La luz de una ventana pone claridad al entorno y esa abertura por la que penetra la luz, es también el escaparate que muestra a la pintora los tejados caldera y angostas calles que tan fielmente reflejó en muchos de sus lienzos.
Sentarse para admirar el estudio, impregnarse de la armonía que allí habita, recordar la imagen de tranquilidad que Paquita trasmitía con su pausada voz y celestes ojos, fundirse en plácida sintonía con la admirada pintora, imaginar su felicidad en este rincón del mundo, su mundo, es el lujoso premio que recogí prolongando mi estancia en la localidad.
Mereció la pena. ¡Afirmo con rotundidad! y si aciertan a pasar por este ‘lugar de la Mancha’, hagan un alto en Lietor e intenten visitar la Casa-Atelier.