Una noche que de pequeños vivimos con máxima intensidad, cuando somos padres con ilusionada pasión hacia nuestros hijos, y cuando abuelos con serena impaciencia y su punto de nostalgia al lado de nuestros nietos, pero sin duda en todas las fases envueltos en la magia que nos trae la noche iluminada por fanales de dorada luz, invitándonos a soñar con regalos.
La costumbre es que sus majestades Melchor, Gaspar y Baltasar pongan los regalos en el balcón, sobre los zapatos que previamente se colocaron allí.
El día seis de enero, los niños con los ojos como platos disfrutan hasta la extenuación, los mayores quizá con una lagrima de contento lo hacemos viéndoles…y en mi caso sí me dejan, y ya tratare de que me dejen, jugando con ellos y acaparándoles el tren eléctrico o los coches de carreras.
Los ‘peques’ deben saber que con los Reyes Magos de Oriente, no conviene abusar pidiéndoles muchas cosas, pues si les agobian, pueden pasan de largo. También se suele pedir un juguete para los niños pobres o enfermos, que no han podido escribirles y entregarlo en un centro infantil.
¡Felices REYES!… y que el hechizo de esta noche nunca termine.