A todos, en más de una ocasión, nos han vendido un objeto que al poco tiempo de utilizarlo se nos ha estropeado. Yo tengo una explicación bastante sencilla, los fabricantes programan el desgaste. Les conviene que los mecanismos se deterioren en un tiempo prudente y previsto por ellos, para que sean renovados y así mantener el flujo de la producción.
Igualmente se tiene estudiado poner en el mercado ‘cosas’ de alta tecnología en diferentes países y periodos, cuando en otras latitudes estos modelos ya están superados porque la tecnología camina por delante del mercado. El comercio exige rentabilidad y el consumo una acción programada.
Nuestros antepasados, por años que vivieran, tenían objetos que cuidaban con esmero y que les duraban toda una vida, a base de ‘apañarlos’ e incluso les cogían cariño. Claro que las reparaciones, primero eran posibles y desde luego no tan onerosas como en el presente.
Hoy día se impone el “usar y tirar”, lo que propicia con demasiada frecuencia que determinados artículos no lleguen ni a la fase de rotura. Se cambian solo porque están pasados de moda o existe un modelo más actual que hace las mismas funciones pero tiene otro sistema, color, forma o simplemente huele a nuevo.
Protejamos el euro, nuestro bolsillo nos lo agradecerá. Salvo que el dispendio se pueda justificar con la frase de Oscar Wilde: “Adoro la compra de placeres sencillos; son el último refugio de las mujeres y hombres complicados”.