Que levante el dedo quien de pequeño no haya metido el ‘ídem’ en un tarro de miel y con gesto goloso se lo haya comido, la miel claro, no el dedo
Disculpen la entrada un tanto extraña pero los que escribimos, de vez en cuando, nos tamamos estas licencias…
Las abejas obreras recogen el néctar procedente de las flores, lo almacenan en su tórax y lo transportan a la colmena donde otras abejas obreras lo extraen y lo descomponen a través de varias digestiones enzimáticas (masticación y regurgitación) en compuestos sencillos, mayoritariamente glucosa y fructosa, junto a un porcentaje
Este producto de descomposición lo depositan sobre las celdas de los paneles de cera y lo deshidratan aireando sus alas en la cálida temperatura del panal.
Una vez eliminada, aproximadamente, el 80% de agua dan el proceso de la miel por terminado y enceran todas las celdas para su correcta conservación.
Un poco de historia hasta nuestros días
Se conocen <<papiros>> que datan del año 2400 a. C. donde acreditan la existencia de práctica apícola en el antiguo Egipto y relatan como las colmenas eran trasladadas en embarcaciones a lo largo del río Nilo
Dando un primer salto en el tiempo llegamos a la época Romana donde también se conoce la apicultura que heredaron de las prácticas helénicas e hicieron de ellas un
En general, siempre en los relatos de las sociedades más avanzadas de todas las épocas, se han encontrado vestigios del conocimiento de las abejas y del uso de la miel y la cera.
Un segundo y prolongado salto nos acerca a la apicultura moderna que comienza con la creación de los panales y las bandejas que permiten la no destrucción de los mismos al realizar la extracción de la miel, principal objetivo de esta industria.
Actualmente esta actividad está muy avanzada y se comercializa la miel de muchas variedades y de gran pureza.
La miel, está demostrado, es una fuente innegable de energía como alimento, sano, con propiedades terapéuticas y dulce.