El ciclo de las Fallas como el de la vida es nacer, crecer, lucir y desaparecer. Hoy solo les hablaremos del ‘nacer’. La noche de la ‘plantà’ es emblemática y uno puede pasar horas enteras viendo el ensamblaje de las diferentes piezas, como se unen, toman cuerpo y emergen majestuosas, exultantes, en ocasiones –las más –pícaras y desafiantes.
El trabajo de los artistas, a menudo poco valorado, lleva mucho esfuerzo y tiempo en los talleres falleros, pero es ahora cuando llega el momento de levantarlas en plazas y calles, cuando todo ese trabajo tiene su mayor exponente.
Se precisa técnica y oficio, saber de arquitectura, tener medios y que el clima se presente bonancible, – el aire es el peor enemigo – arte les sobra de la primera a la última.
La plaza por muy grande se hace pequeña y se aprovechan los espacios de las calles convergentes, todo permanece diseminado y siguen llegando, en camiones, más piezas, el rompecabezas parece extremadamente difícil de componer, pero invirtiendo ingenio y tiempo, todo es posible.
El armazón central ya está elevado, se debe asegurar la base con peso – por lo general sacos de arena – las escenas se acercan al centro, artista, comisión y público respiran cuando está todo encajado, los más aplauden.
Llega el momento de los retoques finales y los artistas se mezclan, encaramados, entre los ‘ninots’ con pincel o brocha en la mano, – depende de la dimensión a restaurar – proceden a la tarea de repasar los detalles igualándolos con el entorno del monumento.
Los artistas no cenan ni siquiera ‘bocata’, no pueden distraerse, todo está programado pero el reloj inapelable camina impertérrito, cualquier fallo retrasaría la ‘plantà’ y el orgullo fallero, junto a la casta de los artista, sale a relucir. Como mucho sí hace frío, algún ‘barrechat’ de coñac y anís se meten al cuerpo, sigue la noche mágica.
Los primeros cendales del alba despuntan por encima de las casas, el artista y todo su equipo se retiran exhaustos a descasar tan solo un par de horas, pero mientras se alejan cogen perspectiva se vuelven mil veces y miran, remiran la Falla, hinchan el pecho aprietan los puños y algunos emocionados sacan un pañuelo algo sucio de pintura y enjugan su frente, disimulan, no quieren que vean que alguna lagrima recorre su mejilla.
Noche de ‘Plantà’, noche de encantamiento.
Fotografía: José Luis Vila Castañer