Escribir una novela de éxito, requiere fantasía, dominio de los personajes, tener un esquema previsto de su desarrollo y no imbuirse prisa…
Me cabe el honor de pertenecer al esforzado colectivo de escritores, que observa, vive y se documenta de las muchas incongruencias de la vida a través de una óptica muy personal e imaginativa, cuando no de excesivo rigor.
Narrar en un libro esos momentos que siguen al individuo desesperado que en un casino perdió hasta el último euro; el temor de una sirvienta a ser descubierta y que sabe está envenenando a su ama, inducida por su amo a quien ama; la rabia de un heredero desheredado…convenciendo al lector, no es fácil.
Pero un escritor no se puede limitar a exponer solo estos descosidos de la existencia. El jugador, la sirvienta, el heredero tienen que pasar por muchas más sensaciones y han de ser dominados por el autor hasta darles vida propia y credibilidad.
El novelista los sorprendió en un momento de su deambular por la existencia. Pero ¿cuál será el final de su destino?
Aquí nace en ocasiones la perplejidad del creador, luego de escribir páginas y páginas de texto, se encuentra con que no sabe qué hacer con su personaje. Le sobran o faltan descripciones, puestas de sol o reflejos psicológicos. ¿Qué hacer con el tren parado en la vieja estación o la oscuridad de aquella lóbrega calle solo iluminada por la tenue luz de la luna, en cuarto menguante, o con el inspector de policía que fuma en pipa?
Escribir una novela de éxito, requiere fantasía, dominio de la puesta en escena de los personajes, tener un esquema previsto por adelantado de su desarrollo y no imbuirse prisa…
¡Ah!, también suerte y gran dosis de humildad.