…se encuentra «Villa Paquito», con una construcción corriente, rudimentaria diría yo, sin embargo con un atractivo magnético, que atrae a las sirenas de los mares conocidos y alguno por descubrir
Su terraza solo tiene por mobiliario una hamaca colgante de colorista tela anaranjada, con almohadones en diferentes formas, la complementa una sombrilla roja y blanca y está cubierta por unas hojas de palmera que durante el día amortiguan el sol y por la noche dejan pasar el claroscuro de la luz de las estrellas.
A sus pies las olas, dóciles, transportan la blonda de su espuma que depositan, como una caricia, en la arena tostada, vestida de plata, en días de luna llena.
Un rumor, próximo a la melodía, pone tranquilidad, también su dosis de misterio, como sucedió aquella noche que tumbado indolente en mi antigua hamaca, con la imaginación vagando en el inmensidad de la nada, el firmamento se iluminó y todas las estrellas se precipitaron en una misma dirección hasta concentrarse en un punto de intensa luz, aquel fulgor se transformó en una <<musa>>, que llegó hasta mí para envolverme y poner en mi mente, ánimo de lucha e ilusión.
Me despertó del mal sueño, donde me tenía «confinado» la sinrazón del hombre, luego ya pude ser un loco, confeso y libre.