…que si se sentía sola, se pasara por mi casa
En estos momentos de soledades, confinamientos, restricciones y falta de sociabilidad, el absurdo se hace cotidiano y lo normal infrecuente.
No se trata de no tener ocio social, sino vida social, que es muy diferente, aunque pueda confundirse.
Es cierto que los medios tecnológicos ayudan mucho en este trance, pero no lo es menos, que la brecha tecnológica se agranda.
¿Qué será de quienes no pueden pagar conexión a Internet o ni siquiera sepan usarlo?
No olvidemos que hoy día, especialmente los mayores, no emergieron <<nativos digitales>>, sino aprendices, y algunos, ni siquiera eso.
Una buena amiga me comentó que ahora se percataba de haber realizado la mejor inversión de tiempo, cuando dedicó horas a enseñar a sus padres a utilizar Internet; ahora recogía sus frutos.
Los sentimientos generan soledades, melancolías, tristezas y quién sabe si hasta la angustia vital.
Confiemos en que pronto podamos ver ojos alegres y “Chispeantes” ya que labios bonitos y sonrisas gentiles nos llevará un tiempo, por la obligada y recomendable “mascarilla”.
Como dice la (Copla Popular) “Quien espera desespera; quien desespera no alcanza; por eso es bueno esperar…”