Es como un ritual, pasar con esmero y calma la cortadora, mientras me sonríe el tramo fresco y uniforme a mis pies…
… al otro lado, la hierba mezclada y alborotada ha crecido silvestre en los últimos 12 días.
Se combinan los aromas húmedos a tierra mojada, una fragancia fresca y campestre, que siempre me embruja, efluvios de campo y flores que me acompañan en mi tarea.
No es una gran extensión pero suficiente para agotarme, el terreno es el mismo, pero quizá mi empuje decreció, con la edad, en la presión sobre el cortacéspedes;
¿tendré que contratar un jardinero?
me digo cada vez, pero lo cierto es que me gusta hacerlo.
Con el verano ya empeñado en agotarse y mandarnos hacia un otoño que se presenta
De vez en cuando escucho un ruido o crujido, ocasionado por una pequeña piña en el suelo lanzada por las ardillas, que pululan por los altos pinos dejándolas caer, y que yo destruyo absorbiéndolas con las cuchillas rotatorias de mi máquina que avanza despacio e implacable.
Me asalta una pulsión aquella que me dicta la oportunidad de hacer igual -si se pudiera – con los temas de sanidad, políticos, económicos y de convivencia. Sin obviar el de amistades que ante un escenario adverso y diferente – como el actual – muestran su verdadero bajo perfil, con alto grado de hipocresía.
Luego sigo cortando, que con descansos y todo…, ocupa su tiempo terminarlo.