Francisco Ponce Carrasco

El geniecillo del “Duermevela” – El Ventanuco

Todo cuanto se escriba, comente o idealice sobre ese momento fascinador, (también conocido como ‘siesta’), tiene un encanto especial

Juzguen y perciban: En la alargada canícula de primeros de septiembre, que nos conduce lento pero inclemente al otoño, tras una pantagruélica comida – <<paella>> incluida – distingo a dos
pasos una cómoda hamaca, que muestra su lona de ondulada silueta y seductor colorido, ambos estamos situados bajo unos frondosos chopos, cuyas hojas libres y cantarinas el viento hace
que susurren una música envolvente…

La hamaca te espera, reclama, te incita, la tentación se consuma y se complementa con los ecos del el ‘sisear’ evocador de las agujas de los pinos y un tenue oleaje producido por el
movimiento del agua de la piscina próxima, las chicharras aportan la nota monocorde, los párpados se entornan, en ese momento el geniecillo del sueño te desliza la pluma de su gorro con
suavidad y acaricia la frente…, y <<caes>>.

A la ambigüedad del subconsciente acude en ese preciso momento los recuerdos y placeres del alma…

Pasado un buen rato despiertas y observas frente a ti un vaso de fría horchata con unos suculentos y azucarados “Fartons” glaseados con polvorienta azúcar, entonces sucede lo sublime.

Estoy seguro de que me comprenden…

 

¡Malvado que es uno!