Ha pasado el tiempo, solo en el calendario, pues si cierro los ojos recuerdo todo como si estuviese allí. ¡Los años alejan, pero no borran los lugares hermosos!
En uno de sus frecuente viajes por Italia, relacionado con su trabajo; Pascual y Francisco tuvieron la ocasión de ‘escapar’ a conocer la bonita localidad de Burano.
Allí los colores polícromos de sus edificaciones, balcones con flores, el reflejo quebrado de las barcas sobre el agua, la ropa tendida al sol en plena calle, te transporta a lomos de la lejana ‘tarantela napolitana’, encubierta tras el silencio, para dotar el lugar de sosiego.
Existe una antigua tradición en las ciudades portuarias caso de Burano en Italia, el barrio La Boca-Buenos Aires en Argentina, Valparaíso en Chile, Villajoyosa-Alicante en España, por citar algunos en donde se respira una atmósfera colorista muy particular.
Recuerdo haber escuchado a un viejo lobo de mar contarme, que en tiempos pasados, al arribar los barcos de pesca a puerto, los diferentes y llamativos colores de las fachadas les permitían desde lejos avistar mejor su hogar, donde los suyos, les esperaban con regocijo. Estoy seguro que hace unos años esto guardaba sentido y tenía visos de certeza, quizás ahora solo es un vivo testimonio.
Quisimos dejar constancia de nuestra visita y posamos junto al busto de la persona más insigne del lugar. Baldassare Galuppi que nació en esta isla del lago Veneciano, en 1729 gran compositor que con su ópera ‘Dorinda’ escalo hacia el éxito.
Este célebre, que sobre 1740 fue designado director de música de la obra ‘Ospedale dei mendicanti’, trabajo en San Marco de Venecia y fue nombrado maestro ‘di capella’, reconociéndole así como el mejor músico de la zona, siguió su carrera en Londres y desde 1756 al 1768 estuvo en San Petersburgo a disposición de Catalina II de Rusia.