Francisco Ponce Carrasco

El Ventanuco -… se quedó abierto.

El-ventanuco-de-ponce

Antártida: entre el hielo “eterno” y los “eternos” ovnis

Por décadas, la Antártida ha sido un imán para teorías conspirativas, relatos de alienígenas ancestrales y especulaciones sobre bases secretas enterradas bajo kilómetros de hielo.

La vasta extensión helada, inaccesible y en gran parte inexplorada, ofrece el escenario perfecto para lo fantástico… y también para lo que aún no entendemos del todo.

Desde los años 50, diversas expediciones científicas han explorado el continente en busca de conocimiento geológico, climático y biológico. La base Amundsen-Scott, situada en el Polo Sur geográfico, es una de las más conocidas. Allí, lejos del sensacionalismo, se estudian neutrinos, la expansión del universo y patrones climáticos extremos.

Uno de los más populares es el de la supuesta “anomalía de Wilkes Land”, una estructura subglacial detectada por satélites en 2006. Algunos teóricos la describen como una gigantesca entrada a una base alienígena.

Los geofísicos, en cambio, lo explican como el resultado de un antiguo impacto de meteorito, algo fascinante, pero al parecer, 100% terrestre.

Por otro lado, fenómenos ópticos como espejismos polares o el “sol doble” contribuyen a alimentar el mito. Sumemos a eso la aparición de extrañas formaciones geológicas, visibles en imágenes satelitales ampliamente malinterpretadas, obtenemos el caldo perfecto para miles de teorías con más imaginación que estudio.

Expertos en climatología, geología y astronomía coinciden en que no hay evidencia científica sólida que respalde la presencia de vida extraterrestre en la Antártida.

Pero también reconocen que el continente guarda secretos aún por descubrir. Secretos geológicos, eso sí… no necesariamente verdes, con ojos grandes y cabezones.

Al final, lo que ocurre con la Antártida es lo mismo que pasa con el espacio profundo: cuanto más desconocido es un lugar, más fértil se vuelve para la fantasía.

Y mientras los científicos luchan contra temperaturas de -60°C para perforar el hielo y buscar microorganismos, algunos prefieren seguir creyendo que lo que hay ahí abajo no es otra cosa que un platillo volador aparcado… desde tiempos de Hitler, esperando un “conductor” avezado, que lo ponga en marcha y… ¡Volare!, ¡Volare!, ¡Volare!