Por aquel entonces, nosotras contábamos con bastantes menos años. Recuerdo, como en una nebulosa, que sentadas en el suelo del balcón, en aquel pueblo triste y apagado de juventud, en la sierra perdido y despoblándose mes a mes, año tras año. Escondidas tras unas sabanas que había tendidas, carraspeábamos al dar las primeras caladas al cigarrillo, que habíamos quitado a mi abuelo.
Nos pasábamos horas así, sentadas en noches de verano cargadas de jazmín, todo era simple, dulce y las palabras de suave música.
Jugábamos a imaginar como seríamos de mayores, decíamos que nos casaríamos a los veinticinco años, reíamos cuando imaginábamos que nuestros maridos serían hermanos, bautizaríamos a los hijos con nombres exóticos. Sin duda, nuestros vestidos de novia blancos, como los copos de nieve, para mostrar nuestra pureza, lucirían una cola larga, larguisima, en este punto nos peleábamos por añadirle metros.
Ahora, estoy asomada en el mismo balcón, alguien recogió las sabanas y las guardo en el armario, ya no me escondo, me compro los cigarrillos y no toso, a pesar de tragarme el humo, pero no los comparto, nuestros caminos se separaron hace años en algún punto, que ni siquiera recuerdo.
Tengo veinticinco años, aquellos que por entonces veía tan lejanos. No me he casado, tampoco se si quiero hacerlo… y de hacerlo dudo que necesitara un vestido blanco de larga cola. La noche sigue oliendo a jazmín.… y sigue siendo verano…, como por aquel entonces.
Ilustrado, con acuarelas del autor.