Agua cantarina y verde paisaje.
Cuando te sitúas en la entrada de este santuario, no imaginas la hermosura de su interior y el valor artístico y cultural, que en frescos, retablos e imaginaria alberga. Solo si entras descubres y comprendes la devoción que inspira y el halo de paz, que en su interior te invade y respiras.
Luego de unos años de sequía en el 2010, de nuevo, cantarina discurre el agua clara por el molino de Santa Eulalia del Campo. Un paraje agreste al tiempo que bonancible, te permite admirar la parte posterior y si la transitas, los zarzales de moras maduras cuajado, te refrescan pretéritas épocas de silvestre vegetación.
El conjunto del entorno de esta ermita, es un paraje cambiante, pero siempre hermoso, en cualquier época del año, verde esmeralda en verano, ocre dorado en otoño, gris plomo, duro y mágico en invierno y de nuevo tímidamente verdoso, despierta en primavera, reclamando su parte de clorofila el césped y las hojas recién nacidas en los muchos árboles que la pueblan, el suelo se alfombra para recibir a los autóctonos y gentes que a su patria ‘chica’ o ‘amiga’ regresan.