En ‘El Ventanuco’ seccion del diario Valéncia hui,
publicado el martes día 18 de marzo 2008,
se incluye el siguiente artículo del escritor Francisco Ponce.
El revisor conoció a la pareja en aquella línea de Cercanías entre Valencia y Foios.
A diario comprobaba sus billetes y los vio congeniar en aquel tren de las ocho de la noche; en una ocasión los sorprendió cogidos de la mano, las hormonas y la primavera pusieron el resto.
En otoño le hicieron su confidente contándole sus planes de boda; él se permitió aconsejarles sobre la letra pequeña de algunas hipotecas, les recomendó un albañil de entera confianza para reformar el ático amplio y muy soleado, que acabaron comprando.
Con una sonrisa de complicidad se saludaban los tres, por las tardes a las ocho. Ya casados, le dijeron que pondrían su nombre al hijo que esperaban, mientras el marido colocaba la mano, ilusionado, en el vientre de su mujer.
Dos veranos más tarde se divorciaron. El naufragio se convirtió en una guerra.
Seguían viajando a la misma hora, ella en el primer vagón, él en el vagón de cola. Billetes por favor. “No sabe el monstruo de marido, que ha llegado a ser”, el revisor callaba. Billetes por favor. “Vaya víbora que me tocó como mujer”, el revisor callaba.
Al día siguiente. Billetes por favor. “Dígale, al indeseable de mi ex-marido, que el niño tiene fiebre”, le rogaba ella, ojerosa, después de una noche en vela. Billetes por favor. “Contéstele, que ya ingresé la pensión”, le pedía él.
El pobre revisor pasó de ‘cupido’ a mensajero del diablo. Tuvo suerte y lo destinaron a una línea de largo recorrido. Allí, visiblemente alterado, llamaba la atención a cuantas parejas encontraba haciendo manitas. Le era imposible controlarse y se ponía como un exaltado.