Vestiré cada día de amarillo, abriré todos los paraguas dentro de mi casa y pasaré bajo cada escalera que me encuentre, si la mala suerte tiene siempre los resultados que hoy me mostró.
Dejé que el miedo se fuera con el suspiro. Abrí la boca y tomando aire observé que el océano era para mi, entonces grité con todas mis fuerzas y con ese chillido vomite las inseguridades que me estaban sujetando.
El precipicio, al que estaba predestinada, tenía un puente para atravesarlo. Sólo precisaba dar el supremo primer paso y dejar atrás mis piernas, mis pies y mi corazón, junto a todo lo que debía quedar en esta orilla: Ilusiones rotas, amargos momentos y sobre todo promesas incumplidas, acabando en el más oscuro abandono repleto de amenazas físicas, que crecían hasta el límite.
Para que aguardar más. Una nueva oportunidad de ser feliz me esperaba al otro lado…
…hoy soy dichosa y cuento los años de mi vida de trece en trece meses, sin ningún asomo de superstición, en estas inmensas y transparentes aguas, repletas de soles, caracolas y cánticos de sirena.