El Ventanuco, cabecera del escritor Francisco Ponce Carrasco,comenta este interesante tema en el diario de la comunidad, Valéncia hui
el día 23-04-08.
A todos en alguna ocasión nos han vendido un objeto que al poco tiempo de utilizarlo se nos ha estropeado. La explicación es bastante sencilla, los fabricantes programan el desgaste. Les conviene que los mecanismos se deterioren en un tiempo prudente y previsto por ellos, para que sean renovados y así mantener el flujo de la producción. De la misma forma se tiene estudiado poner en el mercado ‘cosas’ de alta tecnología, para nosotros, sin embargo en otras latitudes estos modelos ya están superados porque la tecnología camina por delante del mercado. El comercio exige rentabilidad y el consumo una acción paulatina no exenta de ego.
Nuestros antepasados por años que vivieran tenían cosas que cuidaban con esmero y que les duraban toda una vida, a base de ‘apañarlas’. Hasta les cogían cariño. Claro que las reparaciones, primero eran posibles y desde luego no tan onerosas como en el presente.
Hoy día se impone el consumismo, todos nos sentimos ricos, lo que propicia con demasiada frecuencia que determinados artículos no lleguen ni a la fase de rotura. Se cambian solo porque están pasados de moda o existe un modelo mas actual que hace las mismas funciones pero tiene otro sistema, color, forma o simplemente huele a nuevo.
En nuestra época está mal visto que alguien le ponga a los zapatos medias suelas o tacones ¡Que mal lo tienen los zapateros remendones! Posiblemente muchos de nosotros, con la absurda petulancia e inclinación a malgastar, también.
Protejamos el Euro, nuestro bolsillo nos lo agradecerá. Salvo que el dispendio se pueda justificar con la frase de Oscar Wilde: “Adoro la compra de placeres sencillos; son el último refugio de las mujeres y hombres complicados”.