Y su centenario olmo, guarda infinidad de historias nacidas al calor de los eventos que junto a él se celebraban y se siguen celebrando. Testigo mudo de mil avatares, de historias de amor y cotidianas confidencias que en su entorno se producen.
Están lejos, pero no tan lejanos los años 70 en que muy próximo a él discurría una acequia-lavadero donde las mujeres se arrodillaban a lavar ropa, fregar cacharros y comentar los sucesos locales, cuya llaneza era más frecuente y cercana.
El tiempo y las diversas generaciones han configurado para el acervo de Castellnovo, en su Olmo, un símbolo que conservan y saben promocionar entre sus encantadores y emblemáticos lugares.
Extraemos del libro ‘Docena de Trece’ del escritor valenciano Francisco Ponce, un pasaje, inspirado en este entorno:
“…me encontraba en la plaza del pueblo a la sombra de un olmo centenario. Estaba sentado en el banco de cerámica de tonos azules y blancos, refrescándome de la canícula estival junto a otros ancianos lugareños. En la vejez todo tiende a nivelarse: salud, profesión y cultura…
…de repente, he escuchado las voces primero y visto acercarse después a mis cuatro nietos, cuyas edades oscilan entre los tres y los ocho años; su algarabía es bien perceptible.
“¡Abuelito…! ¡Ya está la comida!” Se han abrazado con fuerza a mí los tres más mayores, mientras la pequeña, un poco rezagada, con sus andares de pato atolondrado, musita también: ‘Belito, amos’
Me levanto, cojo mi recio bastón y regreso a casa rodeado de mis nietos. Que la comida ya está en la mesa”.
El escritor pasó una parte de su mocedad en este lugar. Hoy en día, todavía acude con cierta frecuencia, para saludar a los muchos amigos que conserva.