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Por eso, en su mala administración, dotaron una previsión de ingresos bajo un factor multiplicador irreal, con unas cuantías exageradas, y lo peor es que se lo gastaron alegremente.
Ahora se ven abocados a poner en venta el aeropuerto de Castellón, la Ciudad de la luz de Alicante, y a mantener las infraestructuras del puerto de la capital, actualmente abandonadas, por cuanto los fastuosos eventos de Valencia se han esfumado. Lo peor es que no existen potenciales compradores y conservar todo esto cuesta mucho dinero.
El cántaro de la fabula se ha roto, todo se fue al traste y en nuestra comunidad no existe ni la escapatoria de endosarle el fiasco a otros, puesto que los causantes fueron los mismos que hoy gobiernan, con algunas caras nuevas, pero los mismos.