Amanece, hoy no se adueña la pereza y pronto nos levantamos para recibir los regalos de los Reyes Magos de Oriente, para eso dormimos con un ojo abierto y atentos a ruidos y murmullos, en un incontrolado duermevela apenas interrumpido por los destellos dorados que traspasa el encaje de las cortinas procedente de los fanales de la ciudad primero, del alba después.
Noche-madrugada-día… de Reyes, que de pequeños vivimos con máxima intensidad, cuando somos padres con ilusionado ímpetu hacia nuestros hijos, y cuando abuelos con osadía y su punto de nostalgia al lado de nuestros nietos, pero en todas las fases el fabuloso halo de la magia envuelve nuestro entorno.
La costumbre es que sus majestades Melchor, Gaspar y Baltasar pongan los regalos en el balcón, sobre los zapatos que previamente se colocaron allí. Igualmente los niños ponen ‘garrofas’, paja y algún recipiente con agua para los camellos.
El día seis de enero, los niños con los ojos como platos disfrutan hasta la extenuación, los mayores quizá con una lagrima de contento, disfrutamos viéndolos…y porqué no ponerse a jugar con ellos, acaparando el tren eléctrico o los coches de carreras, quizá es el niño ‘gastado’ que llevamos dentro, que se revela y se divierte.
Los ‘peques’ deben saber que con los Reyes Magos de Oriente, no conviene abusar pidiéndoles muchas cosas, pues si les agobian, pueden pasan de largo. También se suele pedir un juguete para los niños pobres o enfermos, que no han podido escribirles y entregarlo en un centro infantil.
¡Felices Reyes Magos a TODOS!