“El espejo no engaña” dice una popular frase, sin embargo cuando nos asomamos a un espejo lo que vemos es nuestro reflejo pasado, nunca el presente. Aunque sea una millonésima de millonésima de segundo, el tiempo nunca cesa de ser tiempo y esa minúscula e ínfima fracción, imperceptible al ojo humano existe a pesar de que no lo parezca.
Si la luz de una estrella en el firmamento es lo que emitió hace millones de años, y nos llega a la Tierra cuando ya la estrella posiblemente está desaparecida, la imagen de un rostro reflejada en un espejo siempre llega después de haber realizado el trayecto de ida y vuelta. De esta manera, en un espejo, nos vemos siempre como éramos hace una millonésima…de segundo. Odio ponerme trascendente y filosófica, pero es así.
Mamen le soltó una bocanada de aire a su pasado reflejado en el espejo que empaño su rostro.
¿Y todo esto por qué? Oh, si, por la maldita pregunta, ¿nos conocemos a nosotros mismos? Descubrimos el mundo, creemos conocer –a veces demasiado – a los demás. Pero ¿sabemos quiénes somos?, a buen seguro que nos falta conocernos mucho más a nosotros mismos.