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La situación límite que están viviendo los empleados de Radiotelevisión Valenciana en su pulso con la Generalitat, junto al clamor del pueblo valenciano, nos permite conocer de primera mano las vergüenzas de nuestro canal autonómico.
Afloran situaciones y hechos verdaderamente denostables, que muestran actuaciones de vejación, mala administración de los fondos públicos, junto a un tráfico de influencias de partido, hasta en lo más nimio.
Solo con que sea cierto un 10% de lo que está saliendo a la luz pública, ya produce nauseas. Estoy aturdido, aterrado, por la bajeza de algunos que, con el poder, imparten el terror en su propio beneficio, además de ser unos ‘mandaos’ del Gobierno central de turno.
Si somos inteligentes, de este caos debemos sacar una lección positiva todos, que la RTVV siga y que lo haga con nuevos patrones, ideas y máxima transparencia.