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Nuestro ego es tan inmenso que siempre queremos contar nuestras experiencias, imponer nuestros criterios y ser los más ocurrentes.
Cuando otro del grupo habla ponemos gesto de escuchar, pero nuestra mente está pensando en lo que diremos cuando acabe para rebatirlo y mostrarnos más eruditos que el resto de contertulios.
El ser humano, por lo general, es una ‘chapuza’ y sería bueno despojarse de estas efímeras vanidades que solo conducen a alimentar nuestro insaciable ‘yo’. Existen otras maneras de alcanzar el equilibrio emocional, como la perfección en el trabajo o la voluntad de ayudar, actuaciones que deberían llenar nuestro más recóndito interior.
El escritor Noel Clarasó afirma: “Hay un impulso fundamental en el mundo: el deseo de parecer importante».