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Tan solo la palabra ultramarinos ya sustancia encanto. Solían tener altos mostradores de madera con superficie de mármol. Recuerdo ir con mis mayores y comprar, a granel o al peso, productos como legumbres, frutos secos, aceite o chocolate.
Las marcas eran menos y conocidas, las de siempre, mostrando imágenes seductoras y no existía la marca blanca.
Quedan pocas tiendas de barrio que subsisten por la fidelidad del vecindario y la calidad de sus productos. El flujo de clientes acude por cercanía y suelen ser de cierta edad.
Bajo los mismos parámetros expuestos, encontré uno en la Avenida del Puerto y me informan que mantienen artículos que no están en las grandes superficies. El reto es atraer a la clientela joven. ¡Suerte!