Uno de los atractivos principales del descanso veraniego son las tertulias nocturnas. Hay que esperar los días de vacaciones para retomar el ritmo del recuerdo, del ingenio, de la añoranza o la fantasía, reunidos en la playa, también a la puerta de una casa en un pueblecito de montaña donde cada cual ha llevado su silla que pone en círculo.
En ocasiones se acude a la tertulia con un ‘bocata’ de tortilla de patatas, alguien saca una mesa plegable y hasta alguna mecedora de rancia rejilla para los más ancianos que siempre están dispuestos a evocar noches de sus mocedades, las cuentan una y otra vez, quizá con voz quebrada; llena de emocionada nostalgia.
El último vecino asoma con una cazuela de caracoles sazonados con una salsa donde la guindilla, junto con la almendra picada y la pimienta negra jamás faltan.
Las noches de julio y agosto no serían igual sino se pusiese en la mesa un abundante plato de aceitunas partidas, preparadas en casa con ajedrea, tomillo, limón y orégano.
Pienso que memorar es también muy saludable. La vida es siempre la sorpresa diaria, la alegría o el desengaño. Recordar es volver hacia atrás las hojas del vivir, lo gracioso, lo grato, lo amable, a veces con un punto de exageración, para ponerle cierto ‘gracejo’ al asunto.
Verbenas, toros, pasacalles y mil comentarios envuelven de bullicio y risas el corrillo de vecinos, bajo la bóveda de un cielo salpicado por infinidad de estrellas. Mientras; el Santo Patrón en su ermita, sigue aguardando el turno de su día de homenaje y procesión. ¡Lo primero es lo primero!