Francisco Ponce Carrasco

Peluquerías, trono de belleza – El Ventanuco

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Justo homenaje de agradecimiento, se rinde, cada 25 de agosto, a una de las profesiones que contribuyen a la mejora de nuestra apariencia física

Hoy día conocidos pomposamente como ESTILISTA, (Antes: peluqueros, peluqueras y barberos), son unos auténticos artífices de las tendencias de belleza, aplicando su “sapiencia” más actual y novedosa aconsejan, siempre teniendo en cuenta los gustos y preferencias de sus clientes.

En la actualidad para las señoras han adquirido una importancia vital y rejuvenecedora muy utilizada, ampliada a otros servicios como uñas y tratamientos de belleza.

Los caballeros, donde la tendencia a todo tipo de BARBAS, se ha puesto de <<moda>>, y que yo también adopte, hasta descubrir que mantener la barba cuidada y en orden, era un martirio continuo y costoso.

Repasando algo de historia vemos que se eligió el día 25 de agosto para la celebración de esta efeméride, debido a la Santificación de Luis IX, Rey de Francia por parte de la Iglesia Católica.

Durante su reinado, jerarquizó esta profesión, declarando a su peluquero oficial equiparable a caballeros, jueces, médicos y magistrados.

Entre otros antecedentes fundamentales se destaca que en la antigua Grecia y Egipto los esclavos eran los encargados del cuidado del cabello de sus amos.

Por otra parte, los griegos convirtieron el culto de la belleza como un pilar fundamental de su cultura, destacando la elaboración de peinados de melenas largas, con rizos y ondas, reflejados en las estatuas y monumentos históricos.

Los peluqueros y peluqueras ejercen un rol fundamental en la rutina del cuidado personal e higiene, así como en la mejora de nuestra imagen, ya que debido a su disposición y experiencia pueden crear los mejores estilos, contribuyendo a una mayor autoestima, generando una sensación de relax, bienestar y renovación de energías, en definitiva elevando nuestro <<ego>>, y si ese día salen bien los llamados “flirteos”, ya no cambiamos nunca del profesional peluquero-peluquera. ¡Ejem! ¡Ejem!


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