Mi equipo de monos redactores utiliza máquinas de escribir
¡Soy un romántico! Bueno, eso y que el martillar de las viejas Olivetti rescatadas del desguace, disimulaba el ruido de los tubos de refrigeración y bajantes de agua, en ese húmedo sótano donde trabajábamos.
Los compromisos publicitarios, mis asistencias a coloquios, cenas de intelectuales y relaciones publicas, ya se sabe en este mundo de la literatura si no te relacionas, no te comes una ‘rosca’, no me dejaban tiempo para revisar los textos de mis columnas y novelas, así que nombré un redactor jefe y le presté mi viejo ‘ordenata’ para que desempeñara las mencionadas tareas.
Reconozco que mi represalia ha sido dura al darles de comer solo cáscaras de
A saber qué será lo próximo que exigirán. ¿Comer golosinas una vez al mes? ¿Agua potable? ¿Baño diario? ¿Salir los fines de semana? y puede, que hasta un ‘cubata’. Estos monos quieren vivir como señores.
Mientras, yo arriesgo mi reputación y mi prestigio, << que todavía no tengo, pero que estoy en ello>>, y lucho diariamente por encontrar una editorial que confié en mí y convierta una de mis obras en bell-Seller, ahora les tengo que dar hasta la última gota de mi sangre.
¡Qué asco!