Francisco Ponce Carrasco

Olor a tranvía en mi Valencia – El Ventanuco

Pues sí era un olor algo ácido, que penetraba con fuerza y sutileza al mismo tiempo, podría haber puesto fragancia o quizá aroma, pero me saldría de la realidad en mi evocación.

Sin embargo este olor te introducía a lo cotidiano: el trabajo, desplazarse, acudir a citas, visitar a familiares…, ese todo que a mí me parecía amable.

(Imagen tomada de Facebook)

Solía coger esta línea o la del número 7, que circulaba desde Ruzafa, pasando por el centro de la ciudad: Ayuntamiento, bolsería, Torres de Cuarte y otros lugares emblemáticos hasta terminar casi frente a la antigua fábrica de papel de fumar Payá en Mislata, para luego volver a empezar.

El trayecto contaba con múltiples paradas y recuerdo que si estaba próximo al destino, y venía el cobrador con su cantinela “Billetes por favor” me hacía el distraído y me baja una o dos paradas antes para ahorrarme el billete, luego, andando, cubría la distancia hasta el lugar previsto.

Mis piernas eran fuertes y mi bolsillo flojo, o quizá prefería gastarme el importe del viaje en algunas golosinas o en los tebeos de Diego Valor o el Guerrero del Antifaz, eran tiempos de sueños.

Esta fotografía me trae ese olor y esos recuerdos de años pretéritos, sepultados por otros de vivencias diferentes que fueron aconteciendo y no menos apasionantes.

¡Salve!… publicitarios y coloristas tranvías desaparecidos, sin puertas y aireados, que el recuerdo acerca y uno inmortaliza entrando en esa imaginaria dimensión del tiempo, para recrearse en la nostalgia de lo vivido.